sábado, 14 de noviembre de 2009

ABP 2 (Acta 2)

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Factores incidentes en la adquisición del español en niños magrebíes

La mayoría de los estudios llevados a cabo, en los últimos diez años, sobre la influencia de la lengua materna en el aprendizaje del español en inmigrantes de origen árabe se han centrado casi exclusivamente en el contraste entre el árabe clásico y la lengua española.

No todos los escolares marroquíes son árabes, ni su lengua materna es el árabe clásico, ni el español es siempre su segunda lengua. Los marroquíes no hablan el árabe clásico, ni tampoco lo hablan los egipcios o sirios, por ejemplo. Ningún árabe habla naturalmente el árabe clásico.

Es una lengua adquirida de forma reglada en una institución de enseñanza. Según algunos lingüistas árabes, la ventaja de esta lengua es la de «entablar unas relaciones privilegiadas con un extendido conjunto cultural (el mundo arabófono, y por extensión la umma islámica» (Laghaout, 1995: 11).

Es verdad que se ha detectado cierta rehabilitación de dicha lengua como vehículo de comunicación interárabe en los últimos veinte años, especialmente en los medios de comunicación y en la producción editorial, pero todavía estamos lejos de poder hablar de su uso diario. Para hablar esta lengua, es preciso estudiarla. Un español hablará español por nacimiento; un árabe, con independencia de su nacionalidad, no habla árabe clásico como consecuencia de haber nacido en un país árabe.

Es una lengua formal. Un egipcio o palestino para entenderse con un marroquí hablará en clásico y viceversa. Ahora bien, se puede percibir una diferencia sustancial con respecto a la conciencia lingüística. Cualquier marroquí es consciente de que lo que habla no es árabe clásico, sino dariya; no obstante, en muchos países árabes, esta conciencia no existe.

Un sirio no estaría hablando «su lengua» o dialecto, sino «árabe». En otros países como Egipto, esta conciencia es difusa e indeterminada: no todo el mundo es consciente de que lo que habla es ammiya. Desde el punto de vista lingüístico, y atendiendo a los parámetros de la sintaxis, fonología, morfología y, sobre todo, del léxico, podemos hablar de lenguas distintas. Sin embargo, la diferencia entre «dialecto» y «lengua» viene determinada por factores políticos más que por los lingüísticos.

Formación intercultural de jóvenes y menores inmigrantes

El camino a seguir es el de la integración, una integración que ha de derivarse de un proceso educativo, de un conocimiento de la diversidad cultural y de una participación del inmigrante en la sociedad de acogida, partiendo de una política de igualdad de derechos, y que tiene como objetivo el respeto mutuo y la convivencia. La previsión es un elemento importante en la consecución de este objetivo, ya que la experiencia de algunos países europeos, de

inmigración más antigua, donde la administración ha actuado sin una política de previsión, nos advierte que se han originado problemas de integración, incluso en la segunda generación.

Una política errónea puede abocar a los hijos de los inmigrantes a la marginalidad social, cultural y económica. Puede provocar, y la experiencia nos dice que infortunadamente eso sucede en no pocos casos, que abandonen prematuramente los estudios y que un gran porcentaje de ellos esté representado en el fracaso escolar o difícilmente acceda estudios profesionales, y mucho menos superiores.

En este apartado hay que destacar la situación de muchos recién llegados, cuyo nivel de formación no les permite acceder directamente a la secundaria. Es un problema que hemos detectado desde nuestro Programa de Inmigrantes, ya que estos jóvenes tampoco pueden acceder al mercado laboral, por no tener la edad mínima para poder trabajar, y por tanto, llegan a una situación de inestabilidad y desorientación que, a veces, se traduce en rebeldía ante sus propios padres. Y ello porque les consideran culpables de su situación,

por haberles arrancado de su país y llevarles a otro donde no encuentran solución a sus necesidades ni perspectivas razonables a corto o medio plazo.

Desde nuestro Programa de Inmigrantes intentamos paliar esas dificultades, desde el principio de su llegada. Nuestros proyectos van dirigidos a una primera acogida de las familias, ayudándolas en la vivienda y en las gestiones para la escolarización de los menores: matriculaciones, solicitud de becas escolares, de comedor, de libros. Posteriormente, mediante un grupo de voluntarios, hacemos un seguimiento escolar coordinándonos

con entidades e instituciones de ámbito educativo, y actuando como mediadores entre padres y profesores.

Con todo esto, desde Cáritas lo que tratamos es ayudar a que las dificultades que han de afrontar las familias al llegar a nuestro país, se puedan resolver sin deterioro para la propia estructura familiar. Las personas que se desplazan, que emigran, suelen verse aquejadas casi siempre de exceso de equipaje, acarrean demasiadas maletas, bolsas y cajas. Ello es el producto manifiesto de la angustia. La persona que emigra, por definición, es aquella que ha experimentado la carencia, y que sigue teniendo miedo de que le

falte lo imprescindible. Piensa en lo que necesitará, cargándose por ello de cosas que, con frecuencia, no les servirán para nada. La angustia de lo desconocido, el miedo al vacío, la ausencia de puntos de referencia tranquilizadores… todo este cúmulo de circunstancias se confabula para crearles desasosiego y zozobra.

Todos los inmigrantes del mundo experimentan esta prueba; cruzan la frontera con el corazón en un puño, penetran en un país como al asalto, se comportan como si no estuvieran en regla, ni fueran bien acogidos. Es un traumatismo difícil de curar causado por el hecho de abandonar la propia tierra, de dejar atrás una parte importante de sus seres queridos y de sus mejores vivencias y recuerdos en la medida en que los tengan. De ahí sus temores y el exceso de equipaje a que antes me he referido. Para evitar las angustias del tránsito, uno pretende autotranquilizarse llevando consigo objetos que cree imprescindibles,

pero también y sobre todo su cultura, que es lo que yo llamaría, la «maleta

invisible». De ahí el respeto que debe merecernos su propia identidad como personas y como miembros de un colectivo cultural concreto, de forma que su integración, por lo demás deseable, debe fundamentarse en principios de respeto a la diversidad, de tolerancia y, en suma, de interculturalidad.

- Coordinadora: Claudia de la Cruz Cerro.

- Secretaria: Romina Escalonilla Ovejero.

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